Optamos por una boda en el restaurante La Merced para darle un giro en decoración, y aunque había que mantener esa esencia de gastronomía excelente, queríamos que fuera distinta porque ellos son distintos. Había que hacer algo especial.
Fue una fiesta en la que estaban cuidados todos y cada uno de los detalles. Porque otra cosa no, pero a detallistas no les gana nadie. Buscábamos que todas las necesidades de los cerca de 350 invitados estuvieran cubiertas y…, está mal que lo diga, pero así fue.
Una tómbola, un GIN BAR, un salón en medio del jardín, barricas por doquier, un seating plan ideado por el novio que no podía ser más original y recordar más a él, una comida impecable, MUCHOS amigos… Unos proveedores y unos invitados de diez fueron la combinación perfecta para conseguir contar otra historia. Su historia. Está muy bien eso de volver a casa con agujetas en la cara porque no les puedes ver más felices.